Orquestas de calidad, por Javier Pérez Senz

Catalunya necesita buenas orquestas. Si el objetivo es ganar prestigio en la escena concertística internacional, el único camino posible es marcar como objetivo prioritario el máximo nivel de excelencia de nuestras orquestas.
Hay otros parámetros, sin duda, que valorar a la hora de otorgar subvenciones, desde la originalidad y el riesgo de la programación al apoyo a los compositores e intérpretes del país, la participación social o la difusión del patrimonio. Pero sin calidad, de nada sirven las buenas intenciones.
Cuando un melómano extranjero visita el Palau, el Auditori o el Liceu y se encuentra, bien en el foso, bien en el escenario, una orquesta mediocre, se lleva una pobre impresión que no puede maquillarse con la presencia de solistas o cantantes de primer nivel.
La orquesta es el motor, el corazón de un teatro, suele decir Jesús López Cobos. Y de un auditorio, cuando se trata de una formación titular o un conjunto en residencia. Cuando se habla, con justificada admiración, de Finlandia como paraíso musical, se piensa ante todo en el excelente nivel de sus músicos y de sus orquestas.
También los festivales deben tomar nota de ese objetivo de calidad orquestal. El Festival Castell de Peralada ha celebrado este año sus bodas de plata con una oferta operística de gran nivel y, curiosamente, puede hablarse de notables actuaciones de varias formaciones catalanas.
Pero la única formación que ha provocado sana envidia este verano es la Orquestra de la Comunitat Valenciana, titular del Palau de les Arts Reina Sofia, un instrumento de alta precisión, equilibrio y gran belleza sonora.L´Orquestra Simfònica del Gran Teatre del Liceu brilló en una electrizante versión de Nabucco dirigida por Nello Santi, y la Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) salió airosa en el estupendo concierto del tenor Roberto Alagna, dirigida con impecable oficio por David Giménez. Podemos añadir también las dignas prestaciones de la Simfònica del Vallès y de la Nacional Clássica d´Andorra en las veladas protagonizadas, respecticavente, por Joan Manuel Serrat y por Montserrat Caballé y Al Bano. Pero la única formación que, de verdad, ha provocado sana envidia es la Orquestra de la Comunitat Valenciana, titular del Palau de les Arts Reina Sofia, un instrumento de alta precisión, equilibrio y gran belleza sonora que acompañó a Plácido Domingo en el más emocionante concierto del verano musical bajo la experta dirección de Jesús López Cobos. La excelencia, pues, marcó la diferencia. Curiosamente, la actuación de bandArt en el muy atractivo e innovador montaje de Orfeo ed Euridice con el sello escénico de La Fura dels Baus, tuvo mucho más mérito en el aspecto teatral que en la calidad musical. El director de escena Carlos Padrissa convierte a los músicos en actores que toman las riendas del espectáculo. No se trata de colocar simplemente a la orquesta en el escenario, algo habitual en muchos montajes: la imaginería furera da un paso más y otorga nueva vida teatral a los músicos como factor clave en la acción dramática: a veces, recorren el escenario como posesos o bien ocupando los pequeños fosos unipersonales, con medio cuerpo fuera, desplegados por el escenario. El rendimiento escénico de bandArt fue admirable, pero no se repitió el milagroso poder comunicativo alcanzado por López Cobos y la Orquestra de Cadaqués en el anterior montaje de ésta ópera que el Festival de Peralada presentó en 2002, con la firma escénica de Joan Font de Comediants y la maravillosa contralto Ewa Podles en la piel de Orfeo. BandArt, una orquesta siempre dispuesta a romper tópicos, es un formidable intrumento, pero no puede decirse lo mismo de su líder, el violinista Gordan Nikolic, cuya caprichosa y extravagante dirección alternó momentos de gran efectismo, con tempi vertiginosos, y dinámicas no siempre bien equilibradas. El trasiego escénico, sin duda, pasó factura a los músicos, pero no justifica la superficialidad y falta de pulso narrativo de muchas escenas. El teatro ganó la partida a la calidad musical, y eso, que puede funcionar muy bien en taquilla, rebaja ese nivel de excelencia del que hablamos.
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