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José Ramón Encinar, la música de nuestro tiempo, por Javier Pérez Senz

El protagonismo de la creación musical en las temporadas de las orquestas sinfónicas españolas no es solo cuestión de presupuesto. Curiosamente, las formaciones con más recursos públicos no figuran siempre a la cabeza ni en política de encargos ni en número de obras programadas. Basta comparar la presencia de la música española en la temporada de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid con la que ofrecen  otras formaciones de similar nivel para darse cuenta de que el hecho de que se programen más o menos autores contemporáneos no depende solo de la cantidad de recursos económicos, sino de la voluntad de directores musicales y gerentes a la hora de dar o negar protagonismo a la música de nuestro tiempo. Cuestión, ante todo, de convicción en el valor de la creación como pieza clave en la filosofía artística de cualquier orquesta que vive del dinero público. A los promotores privados basta con agradecerles todos los esfuerzos, por pequeños que sean, a favor de la difusión de la obra de los compositores actuales. A las orquestas de titularidad pública y a sus gestores hay que exigírselo. Cada vez que un auditorio se escuda en los gustos del público y nos recuerda que a la mayoría de los abonados lo que de verdad les gusta es escuchar siempre las mismas obras de Beethoven, Chaikoski o Brahms hay que decirles que el justo protagonismo de los grandes clásicos en las temporadas se puede mantener sin por ello dejar casi en mantillas la música de hoy: lo más sensato suele ser programar obras actuales junto a páginas del gran repertorio. Hay muchas formas de programar y lograr ese equilibrio en muchas ocasiones es mucho más fácil de lo que parece. De hecho solo hace falta una cosa: que quien tiene el poder para escoger los compositores y las obras que integran una temporada sinfónica lo utilice.
¿Es que la ORCAM maneja más recursos que las demás orquestas? Ni hablar, conozco algunas formaciones españolas que tienen más presupuesto y se limitan a incluir, a veces con calzador, dos o tres estrenos por temporada para cubrir el expediente.
Hace años que veo, con asombro, el papel primordial que la música contemporánea juega en las temporadas de la ORCAM. No es la orquesta con más recursos del panorama concertístico español, pero es la que más y mejor programa música española; nada de cuotas autonómicas ni falsos patriotismos, simplemente convicción en el valor de unos autores cuya música debería sonar en todos los auditorios, en todas las temporadas, pero que rara vez lo hacen, más por cicatería de titulares y gerentes que olvidan con demasiada facilidad la obligación que como orquestas públicas tienen con la causa contemporánea. ¿Es que la ORCAM maneja más recursos que las demás orquestas? Ni hablar, conozco algunas formaciones españolas que tienen más presupuesto y se limitan a incluir, a veces con calzador, dos o tres estrenos por temporada para cubrir el expediente. La diferencia, una vez más, no está en el dinero, sino en el talante de sus responsables, y en el caso de la ORCAM,  lo que prima es la pasión de su director titular y artístico, José Ramón Encinar, todo un campeón de la música española, por vocación, por oficio y por responsabilidad cultural. La lista de obras programadas en la temporada 2011-2012 es, desde cualquier punto de vista, impresionante, como lo es la lista de compositores presentes en los conciertos programados en el Auditorio Nacional de Música y en los Teatros del Canal: Rafael Frühbeck de Burgos, Pilar Jurado, David Palet, José Manuel López López, Juan Carlos Satué, Carlos Cruz de Castro, Jacobo Durán-Loriga, Juan Cruz Guevara, Jesús Villa Rojo, Francisco Otero, o David del Puerto, más la oportunidad de escuchar páginas del mexicano Enrique Diemecke o el italiano Luca Francesconi. Y hay que sumar partituras tan significativas como el Cant Espiritual, de Xavier Montsalvatge, Cantar del alma, de Frederic Mompou, tres grandes obras de Joaquín Rodrigo -Concierto para una fiesta, Concierto de Aranjuez y la Fantasía para un gentilhombre- y el Concierto para guitarra nº 3 de Antonio Ruiz Pipó. Hay espacio para todas las músicas, porque en las mismas series de conciertos hay célebres obras de Bernstein, Orff, Fauré, Gershwin, Ravel, Bartók y Sibelius;  una buena ración de clásicos y románticos ( Haydn, Beethoven, Chaikovski, Schumann, Berlioz, Liszt, Brahms, Mendelssohn, Chaikovski, Rimsky-Korsakov, …) y un puñado de partituras poco programadas por estos lares, como Schlagobers, de Richard Strauss, Helios, de Carl Nielsen, Pohadka, de Josef Suk o La noche de los mayas, del gran Silvestre Revueltas. Lo dicho, cuestión de talante, de convicción y amor a la música. Que cunda el ejemplo. Javier Pérez Senz.
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